13 ene 2011

Sentir la Ciudad

El espacio urbanizado va dominando cada vez más el planeta mientras la vida urbana va desapareciendo paulatinamente.

La ciudad, en sus inicios, fue concebida como un lugar de convivencia y encuentro, de relaciones y contactos humanos, en la que sus calles y plazas eran entendidas como lugares públicos de relación, donde las personas se reúnen, se comunican y comparten experiencias. En definitiva, lugares donde los ciudadanos “viven” y “disfrutan” la ciudad.

Al hacer el balance en estas fechas navideñas del tiempo trascurrido en los centros comerciales y el pasado en las calles de nuestra ciudad, vemos como la balanza se desequilibra claramente. ¿Se debe esta situación al actual modelo de desarrollo? ¿Están las ciudades olvidando sus orígenes? ¿Estos nuevos modelos entienden la ciudad como espacio de convivencia? ¿Son conscientes de la importancia del comercio urbano en la configuración de las ciudades?

Estos son algunos interrogantes que hacen que nos planteemos si nos estamos alejando de los orígenes de la ciudad y desarrollando una nueva estructura, la cual emplea el mismo nombre pero con distinto resultado.

La tendencia hacia la cultura del centro comercial ha impactado en el nuevo modelo urbano y estamos pasando de una “ciudad-pueblo” a una “ciudad de barrios”, a un área cada vez más amplia y dispersa donde los centros comerciales ocupan un lugar fundamental en la definición y estructura de la misma, pasando de ser únicamente espacios de consumo para convertirse en la metáfora de la nueva ciudad emergente configurada en el plano social del consumo. Una estructura donde los centros comerciales inundan el cinturón metropolitano de las ciudades y donde el comercio de proximidad queda en franco retroceso, tiende a desaparecer y queda olvidado en los nuevos barrios surgidos de la expansión urbanística.

Este nuevo modelo ha impulsado decisiones urbanísticas y económicas sin valorar la importancia de la simbiosis entre ciudad y comercio. Esta simbiosis genera una serie de efectos que hay que tener en cuenta para evitar problemas que consigan incidir negativamente sobre la estructura urbana. Se trata de que la gente “viva” la ciudad y no vaya y venga al centro comercial como destino de ocio y entretenimiento. Hay que evitar que se atomicen las relaciones sociales por la desaparición de actividad en los espacios públicos, hay que favorecer el comercio de proximidad para enriquecer las ciudades haciéndolas más atractivas a los ciudadanos…

Debemos tener y defender un claro planteamiento estratégico que garantice un equilibrio estructural del comercio, ser capaces de invertir la tendencia existente de desertización de los centros de las ciudades para recuperar la vida socioeconómica en las mismas, un modelo que favorezca la interrelación y cohesión social entre los ciudadanos. En definitiva, diseñar un modelo para volver a sentir la ciudad.

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