No puedo empezar de otro modo que no
sea mostrando mi más absoluta y contundente condena a la masacre en la franja
de Gaza.
En
las últimas semanas, las duras imágenes y noticias que nos llegan desde Gaza, dignas
del más cruel de los guiones, nos demuestran una vez más, que “la realidad siempre
supera la ficción”. Una realidad que castiga y ataca duramente al Pueblo
Palestino, que ve como día a día, sus niños y niñas, los hombres y mujeres que
allí intentan sobrevivir, pierden la vida a manos de una inadmisible “guerra”.
Cuando,
por primera vez, en las clases de Historia, o más recientemente por películas o
documentales, somos conscientes del Holocausto al que la Alemania de Hitler
sometió al pueblo judío, su constante persecución, su humillante
estigmatización, las matanzas continuadas en cámaras de gas tras trabajos
forzados en los, trágicamente célebres, campos de concentración, o como destino
final de “los trenes de la muerte”… el estupor de todos nosotros y la incredulidad
de los hechos, hacen alcanzar límites de “asco” absoluto y de un contundente y
generalizado rechazo.
Ahora,
que se cumplen varias semanas desde que se iniciaron los terribles y mortales
bombardeos sobre la franja de Gaza, posiblemente la mayor “cárcel al aire
libre” del mundo, se nos llena el espíritu del mismo “asco” que nos produjo el
conocimiento de la existencia de Auschwitz y horrores similares. Pero en esta
ocasión, con el agravante inconcebible de saber que, quien ahora es autor de
estas matanzas genocidas, es ese mismo pueblo que sufrió el Holocausto en carne
propia. Infringen al Pueblo Palestino, confinado a la fuerza en un ínfimo
territorio, con escasas posibilidades de escapar o defenderse, la persecución
racista y el dolor del que ellos fueron objeto hace ya más de 50 años.
Bombardean
escuelas y hospitales sin ningún pudor, alegando que “se defienden” de los
palestinos, o con cualquier otra inadmisible excusa que puedan encontrar o
inventarse, para dar rienda suelta al odio que tienen a sus vecinos,
pretendiendo así que dejen de serlo. No hay guerras justas, pero ésta es,
además de injusta, totalmente desigual. Es una especie de enfrentamiento de
Goliat contra David, pero habiéndose asegurado de que David, no cuente
siquiera, con una humilde “honda” con la que defenderse.
Las
guerras existen porque en ellas siempre mueren los inocentes, porque si los
primeros en “caer” en cualquier conflicto armado, fuesen aquellos que lo han
provocado u ordenado, si así fuera, seguramente no habría guerras, y los
dirigentes de “gatillo fácil” que siempre sobreviven a sus conflictos,
sabiéndolo, buscarían con ahínco otras soluciones pacíficas a los conflictos.
Se preocuparían en intentar establecer cuanto antes una Paz duradera.
Y
en encontrar esa Paz definitiva debemos estar todos. No podemos consentir un
cómplice silencio de la comunidad internacional mientras se masacra al Pueblo
Palestino, mientras mueren niños y niñas en las escuelas, enfermos y médicos en
los hospitales, periodistas que nos informan… mientras esto ocurre, el mundo no puede callar y
permanecer impasible, en silencio, como si de una película se tratase, en la
que al poner “fin”, nada hubiese ocurrido. Es una cruel e inadmisible realidad
que hay que denunciar y sobre la que se debe actuar inmediatamente, porque cada
segundo que pasa se cobra más vidas, porque cada sonrisa que en el conflicto se
pierde, es una sonrisa que nunca volverá.
Derribemos
los muros, instauremos la libertad y hagamos que se alcance la Paz.
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