En los momentos difíciles, cuando
más se necesita, es cuando comprobamos la grandeza del ser humano.
Ayer, en torno a las nueve de la
noche, la tragedia invadió nuestros corazones. Incrédulos, con la esperanza de
que no fuese real, observábamos las
duras imágenes que nos llegaban desde Santiago de Compostela. En un instante,
lo que era un tranquilo viaje en tren, tuvo el peor de los desenlaces.
Las cifras bailaban, iban en
aumento, y sin poder retirar la vista de la noticia sentíamos Galicia más cerca
que nunca, su dolor era nuestro dolor. Lamentablemente, ya nada podíamos hacer
por las víctimas. Durante las sucesivas horas todos estábamos en aquellas vías
de una u otra manera, con millones de mensajes de apoyo y ánimo que inundaban las
redes sociales, llenando los hospitales con largas colas para donar sangre,
ayudando en la difusión de los teléfonos y direcciones de utilidad…todos, desde
nuestro pequeño rincón, intentábamos servir de ayuda a quienes peor lo estaban
pasando. Todo era poco para intentar paliar el dolor de la tragedia.
Desde aquí, mi más absoluto y
sincero reconocimiento a los servicios de emergencia, a los equipos sanitarios,
protección civil, policía, psicólogos, voluntarios, donantes… a todas aquellas
personas que prestaron su ayuda, su profesionalidad, que estuvieron en unos
momentos tan duros socorriendo a los heridos, intentando paliar el dolor de
familiares y amigos de las victimas…a todos aquellos que sin pretenderlo se
convirtieron en héroes anónimos.
Todo esta muy reciente, son
muchos los sentimientos y emociones que brotan, muchas las lágrimas que no
pueden contenerse. Hoy toca honrar a las víctimas, desear una pronta
recuperación a los heridos y todo nuestro apoyo y ánimo para las familias de
los ausentes. En otro momento las causas y responsabilidades.
Hoy Galicia celebra su día más
negro, hoy el país entero estamos de luto.
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