(Mi artículo de opinión publicado en Publicoscopia)
¿Cuántas veces al día escuchamos la palabra crisis? Parece que “la crisis” se ha instaurado entre nosotros como el mal de todo lo que sucede, como el responsable de que desaparezcan servicios fundamentales, como el causante de la perdida de derechos ya consolidados, como si fuese quien nos hace retroceder en el tiempo varias décadas atrás…como si la crisis, por si sola, tuviese la capacidad de tomar decisiones en uno u otro sentido.
Es cierto, la crisis existe, pero es en las decisiones que se toman donde tenemos que poner la atención. La situación económica no se soluciona, como hacen, con “remedios” puntuales ni con cortinas de humo que desvían la atención de la raíz del problema. No es la crisis la que impone un modelo educativo diferente, ni obliga a privatizar la sanidad. No es la crisis la que desampara a los trabajadores con una injusta reforma laboral. No es la crisis la que da más valor al dictado de la iglesia frente al derecho a decidir de las mujeres sobre su maternidad. No es la crisis la que hace oídos sordos a los miles de manifestantes que alzan su voz en las calles… No es la crisis, son las decisiones políticas de este gobierno.
Decisiones políticas que parecen estar más encaminadas a que se lleve a cabo un cambio ideológico, un cambio de modelo social, que a plantear soluciones reales a las necesidades de la ciudadanía. Una ciudadanía que ve como el desarrollo social conseguido durante años desaparece, que ve como merman sus derechos y cada vez están más desamparados… Y mientras el sufrimiento de las personas va en aumento, el gobierno parece no saber que hacer, nos tienen entretenidos entre una de cal y otra de arena, alternando la gravedad y la esperanza, para que no nos demos cuenta de lo que se nos escapa por una incapacidad que ni ellos mismos ya niegan.
Lo que necesitamos, y debemos exigir, es que se analice objetivamente la situación sopesando las posibilidades reales y exponerla con transparencia. Mirar al futuro y elegir la mejor ruta a seguir con decisión para ir consiguiendo objetivos y llegar a recuperar el nivel de bienestar que nunca debimos perder, y detener los derroches de unos y las corrupciones de otro. No pueden continuar echando balones fuera y culpar del desaguisado a la supuesta “herencia” recibida o a la “realidad” de la que nos hablan, su realidad.
La solución se ha de empezar a construir sin más dilación. Los jueces han de poner la primera piedra llevando ante la justicia a todos los que, con sus actuaciones, han llegado a provocar tanto sufrimiento. Se ha de restituir lo quitado injustamente a los más débiles. Se han de garantizar las necesidades y servicios fundamentales a la población. Se ha de blindar el Estado de Bienestar.
Pero me temo que no saben llevar este timón y, peor aún, no sé si quieren.
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