15 feb 2011

Esto se arregla, que nadie se preocupe

El pesimismo se ha instalado en todos los sectores de nuestra vida cotidiana. Se habla de todos los temas en negativo, el paro, la deuda española, la marcha de los mercados… Cualquier lugar es bueno para autoflagelarnos, conversaciones de familia, de trabajo, en el autobús, lo oímos en las tertulias de TV, entre el ¡órdago! y el “lo veo” de la partida de mus… No hay más tema desde hace tiempo que ¡la crisis! Y pobre del que hable de “brotecillos verdes”.

Pues yo quiero ser optimista. Veo la botella ¡medio llena! La cosa no está tan mal, no es para siempre, tiene arreglo y se va a arreglar.

Ha aparecido un pesimismo exacerbado, una especie de terror económico, y puede que, en algunos casos, interesado, que nos mantiene asustados, que no nos deja ver más allá de lo que anuncian los medios cada día, que siguen fomentando la incertidumbre de la situación.

Los mercados dictan la ley y los gobiernos parece que han de acatarla. Estados Unidos, fuente principal de la que nos ha venido encima, tose y Europa es la que se constipa. No sé mucho de economía, es verdad, menos de macroeconomía, lo confieso, pero me fijo, observo y puedo comprobar que algo no cuadra.

Las grandes empresas españolas y mundiales, anuncian año tras año unos beneficios que marean. Se me acaban los dedos para contar miles de millones que éstas ganan, mientras que las pequeñas y medianas empresas tienen que cerrar desposeídas de las líneas de crédito por la misma banca a la que se inyectó dinero en su debacle, precisamente para favorecer ese crédito.

La sensación que se tiene en la calle es que el dinero haya desaparecido, que nadie tenga un euro. Pero no nos dejemos engañar, parodiando el chiste, no se trata de Debe/Haber, sino que “Tiene que estar”. El dinero, como la energía, no desaparece, cambia de mano. Y en algún lugar está, y es allí donde hay que ir a buscarlo.

En cuanto al paro, las grandes revoluciones industriales o tecnológicas han desequilibrado siempre a lo largo de la historia el mercado laboral. Las máquinas hacían más cosas y en menos tiempo que muchos obreros, haciendo desaparecer muchos puestos de trabajo. Finalmente estos obreros acababan por dedicarse a la construcción y reparación de las máquinas que hacían su antiguo trabajo y a manejarlas. Los ordenadores, del mismo modo, fueron el demonio, en su día. Con un “botón” se controlaba y gestionaba toda la empresa. Pero había que fabricar ordenadores y programar software adecuado a cada situación y para ello se necesitaba gente y se ocupó a gente.

La última revolución es la sociedad del bienestar. Los logros de los trabajadores en su lucha laboral ha hecho que, con toda justicia, se trabaje menos horas y en mejores condiciones, con lo que el trabajo queda repartido y debe de ocupar a la mayoría. Creo que hay trabajo para todos, y si en algún momento, como ahora escasea, que se tomen medidas. Medidas para hacer aflorar cierta economía sumergida, descubrir los trabajos en negro para que coticen, hacer desaparecer a quienes defraudan en las listas del paro…
El último coco de la crisis han sido las pensiones. La últimas urgencias hacen pensar que se ha descubierto la pirámide de población anteayer, cuando hace tiempo que no nos autorreproducimos. Pero a la escasez de nacimientos le llega una ola de savia nueva. Al igual que “Pepe se fue a Alemania”, nos llegan emigrantes que contribuyen con su trabajo a mantener el sistema de pensiones que tan gravemente parece estar, a la vez que se integran en nuestra sociedad y forman parte de nosotros.

Por eso, alegrémonos, dejemos de llorar todo el día y dejemos entrar un rayo de luz, que nos inunde el optimismo. Todo tiene arreglo. A poco que nos paremos a pensar encontraremos recetas, que haberlas, como las meigas, “haylas”. Tenemos que aunar esfuerzos, comulgar con el bien común y la solidaridad y recuperar la confianza en los que gestionan todo esto.

Arrimemos todos el hombro y recuperemos el optimismo, porque…. “Siempre que ha llovido ha escapado”.